Yo también estoy harto

Quiero decirle a usted que yo también estoy harto de las barbaridades y excesos del partido ARENA. Sería cínico negar que ha existido corrupción en este partido habiendo evidencias tan contundentes. También estoy harto de las barbaridades y excesos que ha cometido el Fmln durante estos gobiernos, y de los vínculos tristes que ni siquiera oculta con las dictaduras latinoamericanas. Todo aquél que no es capaz de admitir sus yerros evidentes está condenado a perder credibilidad, y esa es, precisamente, la piedra que arrastra electoralmente a estos grandes partidos políticos, pues de quien no admite sus faltas mucho menos se espera que las enmiende.

Yo también estoy harto de que las cúpulas de todos los partidos, sin excepción, hagan aquelarre con el dinero público y vendan sus principios por cuotas de poder y se burlen de las esperanzas del pueblo salvadoreño. Estoy harto de los viajes en primera clase, de los vehículos de lujo, de los bonos navideños, de los seguros médicos, de los compadrazgos, de esta sorna con que los políticos tratan a sus votantes. Yo también estoy con usted, yo también comparto ese malestar y quisiera ponerle fin a este circo.

Durante la noche pienso que este país no puede estar peor y me levanto cada día para convencerme de lo contrario. Vamos huyendo de los verdugos a los que ya conocemos para caer en las garras de los mismos verdugos pero con chalecos diferentes, porque hemos creído que lo “Nuevo” es realmente nuevo y que votar por las Nuevas Ideas es la solución, sin darnos cuenta de que la corrupción tiene olfato y cambia de rostro constantemente para alimentarse de la ingenuidad de los votantes.

He querido pensar que la grave crisis ética de nuestra clase política no puede ser peor, pero siempre descubro un tumor nuevo. Siempre nace un partido como GANA, Nuevas Ideas o Cambio Democrático que están dispuestos a vender hasta el credo por la esperanza de ordeñar al Estado. Siempre, en nuestras democracias incipientes hay narcisistas con vocación de pseudo redentores que se ponen la cinta de Rambo y ametrallan a todos aquellos de quienes la gente desconfía para ganarse el favor de quienes creen que votando por ellos le dan una paliza a la corrupción y no que la corrupción les prepara la paliza de sus vidas.

Siempre hay un Hitler prometiendo una nueva Alemania, siempre hay un Hugo Chávez prometiendo una nueva Venezuela y un Fidel Castro prometiendo una nueva Cuba y mientras el pueblo sueña y se duerme pensando en la Nueva Jerusalén, la corrupción le hurta lo poco que le queda. Yo también quisiera castigar a la caterva de cínicos que han debilitado a nuestro país y le han quitado la pujanza que alguna vez tuvo y de la que un día estuvimos orgullosos, pero entiendo perfectamente que votar por rencor es caer en la trampa del populismo de las demagogias de todos los tiempos.

Muchos salvadoreños en su afán por castigar a los partidos políticos que han ostentado el poder en los últimos treinta años le están abriendo las puertas, como al caballo de Troya, a una caterva de oportunistas que no solo son ineptos para ocupar cargos públicos sino que además han probado incansablemente no tener principio alguno, están cediéndole el poder a un grupo de oportunistas, cuya única ambición es hacerse con todas las instituciones del estado. No me preocupa que las grandes mayorías voten por partidos que, siguiendo la tradición, están conformados por mucha gente sin principios ni capacidad; lo que verdaderamente preocupa es que las grandes mayorías menosprecien el sentido del mérito y de la integridad que deberían buscar en sus líderes políticos, porque ese ya no es un problema electoral, es un problema de idiosincrasia. Somos lo que elegimos.