La Historia del lujoso Mercedes

¿Han visto esa historia del hombre que está poniendo gasolina a su vehículo Mercedes lujoso, momento en que es interpelado por otro hombre que le pregunta si tiene idea de a cuántas personas se pudo alimentar con el dinero que cuesta el auto? El dueño del Mercedes responde que el vehículo ha servido para alimentar a las familias de todos aquellos que participaron en la cadena de producción, tanto directa como indirectamente. Termina diciendo que en el capitalismo el precio es una forma de reconocer la dignidad del trabajo de las personas y que el socialismo no es sino dar gratuitamente algo a alguien que no ha hecho nada para merecerlo, que el socialismo no reconoce la dignidad del trabajo.

Este es el vídeo que te hago referencia

Me dio mucha rabia pensar que este vídeo anda circulando por las redes sociales como verdad incontestable. Me dio rabia no por lo que dice, sino por aquello que justifica; porque desde los orígenes de la humanidad las ideas han sido utilizadas para ocultar los intereses más mezquinos y solo las mentes suspicaces son capaces de notar la sutileza con que se intrinca el pensamiento y la mala voluntad. Tengo varias objeciones muy poderosas que pondrán al descubierto el egoísmo y la falta de humanidad ocultas en el guion del video.

Pregunto: ¿el obrero chileno de la mina de cobre con que se hacen los cables para la electricidad del vehículo pensará que se le reconoce la dignidad a su trabajo? Más concretamente: ¿creerán los obreros del mundo que su salario da dignidad a su trabajo? Yo no veo a la gente entusiasmada por entrar a la maquila a ponerle botones a las camisas durante ocho horas para luego recibir un salario que con todo y descuentos apenas alcanza para pagar la luz, el agua y el teléfono. La trampa del capitalismo consiste en ponerle un precio unilateral a tu tiempo y tu esfuerzo y llamar a ello justicia cuando precisamente el éxito de un negocio consiste en sacar el máximo provecho en el intercambio entre salario y fuerza de trabajo. Si el dueño de la fábrica quisiese dar una remuneración digna y justa a sus empleados, la brecha entre sus utilidades y las de sus empleados no serían tan abismales. Las leyes de la oferta y la demanda que existen en el intercambio comercial de los escaparates de las tiendas no se parece en nada al intercambio que existe en la oficina del empleador. Si al cliente no le gusta el precio del escaparate busca otra tienda, pero no es cierto que si al obrero no le gusta su salario se cambia de fábrica; no me suena que el obrero tenga un alto poder de negociación por ser imprescindible para la industria y el comercio. Además, el considerar valioso a un hombre solo por su fuerza de trabajo no es solo quitarle su dignidad, sino humillar la condición humana.

Ojalá el capitalismo fuese premiar el esfuerzo, porque esfuerzo es el que hace el pobre que vive en la ribera del río por levantarse de su cama y sobrevivir con sus riñones cargados de material tóxico de las baterías de auto que descarga la fábrica río arriba… pero este es un esfuerzo que el capitalismo no compensa; esfuerzo hace el niño tragafuegos en el semáforo llenándose la boca y la garganta de gasolina para vivir de la caridad pública… y el capitalismo no se lo compensa. El capitalismo solo compensa el esfuerzo que es útil a los dueños de los medios de producción, que no es el único esfuerzo humano posible. Y aún queda sobre el tapete discutir si la remuneración por el esfuerzo es justa.  

Decir que es socialismo dar a los que no han hecho nada para merecer me hace pensar que es socialista el padre que da a sus hijos una salud por la que no han trabajado, una educación por la que no han trabajado, un hogar y alimento por el que no han trabajado; que es socialismo ayudar al anciano que no ha hecho nada para merecer que alguien le ayude a cruzar la calle, que es socialismo todo acto de mera liberalidad que lleve intrínseco un afecto y consideración por los semejantes. Dar a cambio de recibir cuando lo que recibo es más de lo que doy no tiene nada de admirable y excepcional, no tiene nada de humano, también el lobo da su esfuerzo cuando caza el antílope; también la hiena da su esfuerzo por dispersar a la rapiña para lograr la carroña.

Creo que a nadie debería preocuparle que el altruismo y la solidaridad quiebren el principio de la eficiencia económica y sean contrarios al afán de maximizar las utilidades. En estas discusiones no están en juego temas ideológicos, no son discusiones matemáticas y económicas abstractas, son discusiones de naturaleza ética. Cuando vea a su padre desprenderse de aquello que aprecia por darlo su hijo a cambio de nada, habrá comprendido que la dignidad humana va más allá del intercambio laboral y mercantil, que la dignidad es un concepto que las ciencias duras no son capaces de entender ni cuantificar por más esfuerzos que se prodiguen en ello, que la concentración de la riqueza en pocas manos no es el “deber ser”, que andar a pie por la acera unos mientras otros los rocían con el dióxido de carbono que desprende el escape de su vehículo no es un acto de generosidad que lleve imbíbito el reconocimiento por la dignidad del trabajo, esas son puras patrañas para garantizar que el pobre se acomode y resigne a vivir en condiciones infrahumanas mientras otros viven con la cornucopia en la mano en la cúspide del exceso.


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