«Bienaventurados los pobres de espíritu»

Veo fotografías de gente sonriendo en las playas, en un paseo por las montañas, en un restaurante, en un bar, en un estadio, en un cine, en un centro comercial, en una fuente, en un monumento, en una ruina, en un muelle, etc. Y es tan pobre mi imaginación y tan basto el mundo que no alcanzo a enumerar sino los lugares más comunes. Luego pienso: “ellos disfrutan la vida. Ellos son felices”.

Veo fotografías de gente sonriendo en un hospital después de una operación donde pudieron morir, de gente sonriendo en una aldea donde inauguran la introducción de agua potable, de agricultores sonriendo en un campo con las primeras lluvias de mayo, de campesinos sonriendo después de una buena pesca, de padres que encuentran a sus hijos desaparecidos, de vendedores ambulantes en los días festivos, del joven jornalero después de su primer encuentro con una muchacha humilde, etc. Y es tan fecunda mi imaginación que me hace falta espacio para enumerar.

Si tuviera que elegir entre tomarme una fotografía sonriendo en una playa o una saliendo del hospital después de una operación donde pude morir, me quedo con la del hospital; si tuviera que elegir entre la fotografía del bar y la del cántaro donde cae por primera vez el agua potable, me quedo con la última; si tuviera que elegir entre la felicidad que siente quien compra una ansiada prenda en un centro comercial y la felicidad que siente el jornalero después de recibir un beso de la hija del hombre más pobre del barrio, me quedo con la felicidad del joven de las manos broncas. Si tuviera que elegir entre una bella vista en un muelle y la sonrisa de los pescadores mostrando el fruto de su trabajo, me quedo con los pescadores.

La felicidad material no nos distingue del resto de los seres vivos. También el lobo disfruta de buena carne, el águila de una hermosa vista, el pino de un hermoso clima en la montaña y el pez del agua cristalina. Pero eso no hace feliz a nuestra alma, sino a nuestros sentidos. Es por eso que el placer y la satisfacción de las necesidades no son un fin, sino un medio para alcanzar la felicidad. Intente comer un bocado de un manjar delicioso mientras recibe una mala noticia, intente gritar en un estadio mientras un ser querido sufre internado en un hospital, y sabrá qué es lo que realmente lo haría feliz. Centre su vida en el dinero y sus magnificencias y vivirá como el rey Midas, odiando lo que creyó que le haría dichoso.

En un libro de pasta negra con un separador de listón encontré unas palabras que más de alguno sabe: “bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos”. Quien aspire a la gloria ha de entrar descalzo.