Si crees que el mejor gobernante es el que «regala cosas», tienes mente de esclavo porque ningún hombre libre agradece por que le den lo que le pertenece.
Si crees que el gobernante es un enviado de Dios a quien le corresponde el poder por derecho divino, tienes mentalidad de esclavo porque ningún hombre libre considera a otro de superior condición que sí mismo.
Si crees que el gobernante no debe sujetarse a las reglas que se han impuesto por consenso y que puede actuar de acuerdo a su voluntad, tienes mentalidad de esclavo porque ningún hombre libre le da otro hombre poderes ilimitados sobre sí mismo y sobre los suyos.
Si crees que un gobernante tiene derecho a humillar a los que no están de acuerdo con él, tienes mentalidad de esclavo porque consientes en ser humillado el día que estés en desacuerdo.
Si crees que un gobernante merece permanecer en el poder indefinidamente, tienes mentalidad de esclavo, porque solo los esclavos pueden permanecer perpetuamente sometidos al poder de un hombre.
Si crees que un gobernante tiene derecho a involucrar a toda su familia en el poder, tienes mentalidad de esclavo, porque ningún hombre libre cree en el linaje de los gobernantes y el linaje de los gobernados.
Si crees que vale la pena reñir y enemistarte con otro hombre por defender a un gobernante, tienes mentalidad de esclavo, porque ningún hombre libre lucha para ser gobernado. Los hombres libres no son fieles a otros hombres porque los hombres cambian, son fieles a sus principios porque los principios permanecen.
La democracia subsiste en un pueblo donde el número de hombres con mentalidad de esclavos no supera al número de los hombres libres.