Una mujer a quien admiro ha sido víctima de la protervia, la estulticia y hasta la misoginia de gente que, con el perverso fin de mancillar su reputación, se ha dado a la tarea de crear perfiles, páginas y cuentas falsas en las redes sociales para delinquir contra ella y saltarse impunemente todos los delitos relativos al honor concebidos. Una mujer que, sin hacer alardes ni pretensiones mesiánicas, ha sembrado con modestia la simiente de un futuro próspero para este país y ha hecho en silencio el trabajo que no han podido hacer todos nuestros políticos reunidos, es lapidada hoy por una turba de forajidos que lanzan improperios a cual más execrable, ocultos tras las pantallas de sus ordenadores.
Al ver las expresiones lascivas y denigrantes que algunos seguidores de Bukele como Walter Araujo, José Youtuber y Marcelo Larín han proferido contra Carmen Aída Lazo, recordé la historia de Hipatia, la mujer más célebre y sabia de Egipto en el Siglo V de nuestra era, que fue apedreada por una caterva de fanáticos enfurecidos al tiempo que incendiaban el Museo de Alejandría, acabando así con los símbolos más importantes de la ética y el conocimiento de la época. Estos hombres, cegados por sus intereses mezquinos y poseídos de ira, atacan sin escrúpulo a la gente noble cuyo único afán es propiciar el amanecer de un país que aún no supera su medianoche.
Carmen Aída Lazo, una ciudadana que ha sido testigo del fiasco de nuestra clase política y que ha asumido con valentía y determinación el costo de corregir el rumbo de este país con su candidatura, poniendo su vida y su prestigio al servicio de sus ideales, es ahora ninguneada por extraños que no son capaces de magnificar ese talento y honestidad que no se han visto jamás en la historia política reciente de El Salvador, y osan compararla con personajes nefastos de nuestra política sin ningún fundamento. La misma mujer que ha sido aplaudida en los círculos académicos internacionales y que es capaz de concebir verdaderas políticas públicas y darle un rumbo a la nación, que ha gozado de la admiración y el respeto de la comunidad profesional y ha recibido merecidos loores, es la misma que hoy sufre el escarnio de muchos imprudentes que no tienen ni remota de idea de lo que implica una vida de semejante esfuerzo.
Entonces resuena en mis oídos el Mito de la Caverna, la profecía que anunciara Platón hace dos mil quinientos años, premonición que pesa sobre los grandes hombres y mujeres de la historia que como buenos ciudadanos pagan un alto precio por redimir a sus pueblos de la corrupción y la ignorancia a que han sido sometidos por los invisibles tentáculos del poder; Carmen Aída Lazo pasa a la historia a figurar entre los líderes que acompañados por el clamor de su gente son convocados por sus principios inquebrantables a alzar la voz por la libertad y el conocimiento. Desde Sócrates, condenado a beber la cicuta por cuestionar la verdad de los que pretendían tenerla, pasando por el Carpintero de Galilea, Hipatia, Copérnico, Galilei y los mártires de nuestra historia, hasta llegar a Carmen Aída, todos ellos han sido y serán víctimas de esta violencia que representa la resistencia natural al cambio del status quo sin más crimen que ser una amenaza a los privilegios de los que nos vendan los ojos a la fuerza para conservar su poder.
Es Carmen Aída Lazo un símbolo de esperanza que devuelve la fe en el sistema político, una mujer que no ha venido a dar discursos populistas irrealizables o a fomentar la división social para ganar adeptos o a prometer parcelas de paraíso, es simple y llanamente una mujer que no nació para vivir de la política sino para consagrarse a sus deberes políticos. Es una estadista de carne y hueso.
A raíz de los agravios y difamaciones de que he sido víctima en estos últimos días por páginas y cuentas falsas en redes sociales, que han difundido masivamente expresiones que jamás he dicho ni me atrevería a decir, he creído conveniente exponer la gravedad e implicaciones de esta problemática a la que denomino “terrorismo informático”.