Hermano salvadoreño que pide a gritos una dictadura y quiere deshacerse de los diputados con la fuerza bruta: ¿sabía usted que la dictadura de Fidel Castro fue gracias al descontento del pueblo cubano contra la dictadura de Fulgencio Batista? ¿Qué los excesos de Hitler y el Holocausto fueron producto del resentimiento del pueblo alemán por la derrota de la Primera Guerra Mundial y la prosperidad de la diáspora judía? ¿Sabía usted que Napoleón Bonaparte se autoproclamó “Emperador” gracias al resentimiento popular contra la dinastía de los Borbones? ¿Sabía usted que la dictadura de Daniel Ortega nació gracias al descontento popular contra la dictadura de los Somoza? ¿Sabía usted que la dictadura bolchevique fue producto del descontento del pueblo ruso contra el régimen zarista? ¿O que la sangrienta y tirana revolución jacobina en Francia fue la consecuencia del descontento popular contra la monarquía francesa?
¿Sabía usted que la dictadura y masacres del expresidente Fujimori también fueron acompañadas de la disolución del parlamento con intervención militar, y que la dictadura de Maduro vino acompañada de la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a la Asamblea Constituyente? ¿Sabía usted que la dictadura de los cerdos en la Granja Animal de Orwell fue producto del resentimiento de los animales contra el dueño de la Granja, y que la lección de esta fábula es que todo resentimiento popular contra los detentadores del poder político acaba entronizando a otro tirano que se sirve de este resentimiento para imponer su propia dictadura? ¡Pues claro que no lo sabía! Si usted lo supiera no estaría pidiendo como energúmeno la disolución de la Asamblea Legislativa y la instauración de una dictadura. Si usted lo supiera, le temblaría la barbilla al pensar en la gravedad de la militarización de la Asamblea del fatídico nueve de febrero recién pasado.
¿Sabe, hermano salvadoreño, cuál es el problema? El problema es que usted está menospreciando las advertencias de la gente que sí logra comprender el alcance y el desenlace de los acontecimientos, de la gente que está arriesgando su pellejo y recibe amenazas de muerte por despertarlo de su adormecimiento antes de que sea muy tarde; que está menospreciando la docta opinión porque tiene un inconfeso resentimiento de clases; por su tozudez de no querer reconocer que es preciso estudiar concienzudamente el pasado para poder predecir el futuro; porque pretende que su resentimiento contra la corrupción política es suficiente motivo para actuar desaforadamente y sin juicio; porque está cayendo en la trampa populista de dejarse dominar por sus emociones en lugar de frenar al potro y sentarse a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos. No, hermano, no vale la pena ir a romperse el cráneo contra el muro en el ciego afán de acabar con un insignificante dolor de muelas.
¿Ha estudiado el carácter de los grandes déspotas y dictadores de todos los tiempos? ¿Ha sabido de Calígula, Nerón, Luis XIV, Pinochet, Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Gadaffi?, por citar algunos. Claro que no lo sabe. Si lo supiera, estaría sudando helado con los rasgos marcadamente autoritarios de un presidente hecho con la mejor pasta de dictador del siglo XXI, cuyo narcisismo ha fundado un verticalismo monárquico que ha convertido en feudo lo que nació como República, que es averso a la libertad de expresión de los opositores, que se rebela contra la Constitución, las leyes y las instituciones del Estado; que pretende asumir el poder absoluto y actuar a discreción sin que se le haga objeciones, o más grave aún: que cree que es un enviado de Dios y mira cruces en el cielo como Constantino, que le asiste el poder como por derecho divino; y que manda poner su retrato en los espacios públicos como si fuese objeto de culto y no de control.
Si usted lo supiera, no celebraría a quien escupe sobre la democracia que tanta sangre le ha costado a nuestro “sufrido pueblo”.