Usted también ha oído a más de alguno decir: «nunca discutas con un ignorante, te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia», frase que se le atribuye al escritor estadounidense Mark Twain.
A simple vista, la expresión parece muy razonable, pero hay un problema, hay un dejo de soberbia en ella, por una razón muy sencilla: todos, absolutamente todos los seres humanos somos ignorantes. Recuerde aquella célebre frase de Sócrates: «Solo sé que no sé nada» (léase la Apología de Sócrates para comprender mejor el contexto y significado de esas palabras) o aquella otra frase célebre del filósofo Descartes: «daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro».
Cuando nos rehusamos a discutir con un ignorante, nos autoproyectamos inconscientemente como más sabios que el otro, y entonces nos parece que discutir con él es rebajarnos…pero ¿y qué tal si esta autoproyección de sabiduría es falsa? ¿qué tal si, en realidad, somos más ignorantes que aquél a quien juzgamos ignorante? Jamás he conocido a nadie que se confiese seriamente inferior a otro en una discusión, por muy evidente que sea su inferioridad.
La discusión, el debate, son imprescindibles para la búsqueda de la verdad, y nadie está apto para encontrarla si asume de antemano que la posee. Si toda la sociedad asume que es poseedora de la verdad y que no vale la pena confrontarla con los demás, el resultado global inevitable será una sociedad petulante llena de ignorantes que se creen sabios y que no han tenido oportunidad de descubrir que están llenos de errores y prejuicios.
Aun cuando no nos quepa ninguna duda de que tenemos la razón, debemos estar en la plena disposición de debatir con aquellos que están equivocados, por una razón muy práctica: porque dejar intacta una mentira, es como dejar que la maleza del campo crezca. El motivo de que haya tanto imbécil, patán y arrogante adueñándose de las redes sociales es porque los que son más entendidos que ellos han preferido, por comodidad personal y amparándose en Mark Twain, guardar silencio.
En la era de la desinformación es un deber ciudadano impostergable confrontar todo aquello que carece de verdad, venga de donde venga. Es eso o la estupidez ganará la batalla por default.