La pandemia de las ‘Fake News’

La estupidez le está ganando la batalla al buen juicio gracias a las redes sociales.

Un buen día de abril abro mi cuenta de Facebook y veo los siguientes titulares: “Naciones Unidas otorgará al presidente de El Salvador la Condecoración ‘Man de Iron’”, “Presidente de El Salvador es nominado al Premio Nobel de la Paz”… “La Revista Forbes coloca al presidente Nayib Bukele como uno de los diez hombres más influyentes de Latinoamérica”. Las noticias se difunden en las redes sociales como pan caliente: son compartidas en los chats de Whatsapp y de Messenger, han sido retwitteadas cinco mil veces, y el ashtag “#nayibmandeiron” ha sido la tendencia de la semana. La noticia fue publicada por el sitio informativo internacional “La Britany” y ha sido verificada por la connotada página noticiosa “Sociedad Civil”. Mis ex compañeros del bachillerato comentan estas noticias con euforia y me las envían a mis chats privados como reproche por no creer en el «Presidente más Cool del Mundo Mundial». Al día siguiente se lee: “China construirá en El Salvador una réplica del Camp Nou” y “Gracias a las gestiones del Presidente Bukele, El Salvador será Sede de los Juegos Olímpicos 2024” y una última, la que rebalsa el vaso: “Científicos alemanes han descubierto que el Presidente Nayib Bukele tiene el ADN de Jesucristo”.

Mi ex compañera, la que dejó el bachillerato -porque ni copiando logró aprobar al menos dos de las ocho materias del programa-, un buen día de octubre, mientras ocupa el periódico para envolver pescado, más concretamente dos hojas sueltas de la Prensa Gráfica y una de El Diario de Hoy, decide que se convertirá en analista política y que hará transmisiones de Facebook todos los jueves después del Programa “Toda la Verdad y Nada más que la Verdad” del ilustre estadista Walter Araujo. La decisión ha sido tomada después de considerar que “El Noticiero de Canal 6” no está difundiendo la verdad que el pueblo salvadoreño necesita saber. Mientras tanto, “Chepito el Creisy” y “Brayan Gato Zonto”, después de ver un comic del presidente vestido con el traje de supermán y tirando rayos láser por los ojos, en un impulso patriótico por defender a su gobierno de los mismos de siempre deciden crear diez cuentas de twitter cada uno, para defender a su querido presidente de “los hijos de puta” que no están dejando al presidente gobernar y le ofrecen plomo y garrotazos a todos los ciudadanos que protesten contra el autoritarismo presidencial y los que desobedezcan la cuarentena, y si la Sede del Observatorio de Derechos Humanos estuviera aquí y no en Nueva York, también le ofrecerían plomo al Director y a toda su familia, por decir que Nayib Bukele se cree monarca absoluto y no respeta la Constitución y las leyes, cosa que ni el prestigioso periódico La Britany ni la revista de actualidad Sociedad Civil han mencionado en sus redes sociales.

¿Le parece gracioso lo que le acabo de contar? Pues a mí me parecería gracioso si lo que estuviera narrando fuera un chiste, pero yo sí he visto esos “titulares de noticias” en mis redes sociales -y eso que buena parte de mis contactos es gente con un grado académico superior-, pero es que casi nadie se preparó para afrontar la era de la charlatanería. 

¿Qué tenemos? Me disculpan la expresión que voy a utilizar, pero no hay forma eufemística de describir esta penosa realidad que estamos viviendo: por un lado tenemos a una caterva de forajidos como Walter Araujo, Marcelo Larín, Yazcklin y José Youtuber, y otros tantos que anónimamente decidieron que sus estupideces y elucubraciones políticas merecían ser difundidas en una página de Facebook o en un canal de youtube, como si para hablar de política no fuera necesario haber leído aunque sea los libros de Estudios Sociales de la primaria, y, por otro lado, tenemos a mucha gente inocente que está siendo bombardeada día y noche por todas estas páginas de Facebook, cuentas de Instagram y de Twitter, y canales de Youtube, en una estrategia macabra por sugestionar a la población y hacerla hervir de cólera contra todo el que se aparte del guión oficial, para canalizar su ira con acciones violentas, matonería y prepotencia.

Haga un experimento: métase a su cuenta de Facebook y por cada “noticia” que vea en su feedback, pregúntese si esa fuente con la cual cree usted estarse informando es veraz, y se va a dar cuenta que la gran mayoría de contenido pseudo informativo que ha sido publicada es de fuentes anónimas, la mayoría son explícitamente ¡páginas de memes, de circo, de chingadera!, y esa es la información que usted comparte. Dígame usted cómo no va a terminar creyendo que tenemos al mejor presidente del mundo y que la Choly es un comisionado al servicio de la juventud, y que el “El Brozo” que -hasta alias de criminal tiene- es un estratega de primer nivel, y que el clínicamente comprobado retrasado mental Alejandro Muyshondt es un funcionario intachable, si usted no mira CNN, ni la BBC, no lee La Prensa Gráfica ni el Diario de Hoy, ni lee la opinión de los abogados y de los economistas ni de los especialistas en salud; si usted solo lee «El Gráfico», «Mi Chero», el «Más» y últimamente Diario El Salvador, patrocinado, como en todo régimen dictatorial, con sus impuestos y con los míos.

Claro, usted no alimenta su criterio con fuentes confiables porque el mismo hombre que se beneficia de todo este montón de patrañas y de adulaciones narcisistas que pululan en las redes sociales es el mismo que les ha dicho que todos los medios que le hagan una crítica a su divinidad, por pequeña que sea, son oligárquicos y responden a los intereses de las catorce familias (como si estuviéramos viviendo todavía en los años setenta) y de «los mismos de siempre». ¡A ver!, si son tan confiables todas esas páginas informativas con la que le dan paja usted todos los días: vaya a las oficinas administrativas de La Britany o a las de Porttada, Sivar News, Sivar es Humor, Diario Digital Última Hora, Diario La Huella, vaya a esas oficinas, ¡que no existen!, o trate de interponer acción privada contra sus titulares por difamación, calumnia o injuria.

Y cómo no lo van a tener a usted como Don Quijote montado en el Clavileño, cruzando los espacios del firmamento y tirando espuma contra los molinos de viento si usted ya no sabe distinguir lo verdadero de lo falso, si vive ajeno a la realidad. ¿Quiere una dosis de realidad? Pregunte qué porcentaje del PIB nos endeudamos este año antes de hacer un altar por los trescientos dólares que usted cree que le regalaron. Mire la situación crítica de los hospitales públicos que a principios de año le decían que estaban equipados que hasta los españoles se iban de cabeza; mire la fachada triste del que le prometieron que sería el hospital más cool de Latinoamérica. Mire cómo aniquiló el gobierno insensatamente a la economía con ese adefesio de cuarentena y centros de confinamiento caldos de cultivo del covid; mire a los alcaldes protestando a diario por el no pago del FODES; mire cómo el gobierno norteamericano nos ha descartado para el Fomilenio III, mire cómo trata el gobierno de ocultar la información pública aduciendo que se trata de información clasificada para enterrar los entuertos en el uso de los fondos utilizados en ocasión de la pandemia; mire cómo se han esfumado esas brillantes promesas de las cadenas nacionales de beneficiar con incentivos económicos al sector formal e informal como si no se necesitara más que saliva presidencial para que la economía funcione. Mire todos los abusos de autoridad que han cometido la Fuerza Armada y la Policía Nacional Civil, al punto de que ya más parecen cuerpos de represión con permiso gubernamental de atentar contra todo lo que se mueva en dirección contraria al ungido; al punto que sus autoridades han debido enfrentar juicios políticos, y muy pronto, procesos penales.

¡Pero cómo no va a creer usted que vive como Alicia en El País del Achís y las Maravillas si nadie ha recibido una materia en la escuela que se llame: “aprendiendo a discriminar la información falsa” o “cómo distinguir una fuente confiable”! Incluso me atrevería a decir que a veces caemos en la tentación de asumir como verdades algunas noticias que sabemos franca y abiertamente que son falsas, solo por puro morbo. ¡Claro! ¡Qué comentarios políticos sensatos y qué sociedad de primer mundo espera usted que tengamos si voluntaria o forzosamente, en lugar de ver los portales de transparencia de las instituciones públicas y de estudiar las leyes de la república, digiere todos los días esa ingente masa compacta de patrañas en las que el circo, la criminalidad y toda la errumbre social concurren en ofrecerle su espectáculo.

Lo más grave de esta situación es que si a mucha gente le dieran a elegir entre respetar la Constitución o respetar la autoridad del presidente a quien han endiosado en su ignorancia sobre las tragedias históricas que eso conlleva, elegirían al presidente; y no contentos con eso, aún, pretenden regalarle la mayoría calificada en la Asamblea Legislativa, para que se solace despreocupadamente con el poder absoluto en el paraíso de la arbitrariedad, señal inequívoca del fin de la democracia y del inicio de la más oscura debacle social.