Los archivos prohibidos de la Asamblea Legislativa

Usted sabe que la función constitucional del Órgano Legislativo es crear las leyes. También sabe que existe un procedimiento para crearlas: se presenta una pieza de correspondencia que pasa a estudio de una comisión y se convierte en dictamen, el cual, una vez aprobado, se convierte en un decreto legislativo que será finalmente sancionado y publicado por el Órgano Ejecutivo (no espere que explique las vicisitudes del procedimiento en un párrafo).

Hasta aquí, todo claro.

La cosa se pone turbia cuando el Presidente de la República, abusando de sus potestades constitucionales y de que controla a al menos tres cuartos de los diputados de la Asamblea, hace que estos diputados, ya sea por miedo, ya por conveniencia, aprueben sin rechistar todo lo que viene de Casa Presidencial. Surge la gran e ignominiosa pregunta incómoda: si todo lo que ingresa a la Asamblea se redacta o autoriza en Casa Presidencial y todo es aprobado a ojos cerrados, ¿para qué sirve la Asamblea? Pues, técnicamente, para nada. En la práctica, sin embargo, cumple con dos objetivos: ser caja de resonancia, tabernáculo de adoración del caudillo, y darle al mundo la apariencia de que el país es democrático porque existen tres órganos de estado, aunque en realidad solamente exista uno y los otros dos sean un mero cobertor del autoritarismo presidencial.

Por eso, quien crea que Bukele aborrece a los diputados de la Oposición, se equivoca olímpicamente: Bukele necesita a los diputados de Oposición como el Quijote a sus molinos de Viento, y si son de ARENA y del Fmln, mejor aún, pues es perfectamente consciente de que sin ellos la novela concluye, cae el telón, se clausura el teatro. Mientras los diputados de la Oposición tengan micrófono para seguir predicando el fin de la democracia, Bukele seguirá presentándose ante el mundo como el demócrata que tolera a los mezquinos de la vieja y sórdida clase política que se oponen al progreso del país de los volcanes, del surf y del Bitcoin. Ya lo decía Maquiavelo: en los principados no hace falta ser bueno, basta con aparentarlo.

Claro que lo que no te dice la sonrisa afable y comprensiva de la Junta Directiva de la Asamblea es que puede tolerar trifulcas y refriegas vulgares en el Salón Azul, pero jamás que pase a estudio de Comisión una iniciativa que presente la Oposición que le pueda generar réditos políticos o que se fugue la información confidencial que reciben de Casa Presidencial. ¿Por qué? Porque si esa información llega a manos de la Oposición y de la Academia con suficiente anticipación y si esta información se filtra a la Prensa, quedan expuestos al escrutinio público, ¡y vamos que una cosa es que el pueblo escuche lo que el Régimen le quiere decir y otra muy distinta es que la gente se entere de lo que el Régimen no le dice! ¿Se ha preguntado alguna vez por qué no existe ni un solo diputado de Oposición en la Comisión de Hacienda o por qué la mayor parte de las dispensas de trámite son precisamente de Hacienda? ¿Se imagina usted lo terrible que sería para el oficialismo tener a un diputado de Oposición cuestionando, como don Francisco en Sábado Gigante, “dónde está el billete, dónde está la plata”?

Hemos llegado al quid del asunto.

¿Cuál es esa información que guarda tan celosamente el Régimen? Pues nada más y nada menos que las piezas de correspondencia, las agendas, los dictámenes. En los pasillos de la Asamblea es más fácil conseguir pan dulce, boquitas y refrescos que conseguir la información del quehacer legislativo.

Antes de que usted suelte la lágrima y la carcajada fingida y me diga que toda esa información es pública y que está colgada en el sitio web de la Asamblea, lo insto a que no se haga el desentendido: la correspondencia de la Asamblea es pública desde que ingresa, no hasta que se publica el decreto en el Diario Oficial. Publicar las piezas de correspondencia y los dictámenes diez minutos antes de aprobarlos con dispensa de trámite o hasta que ya fueron publicados los decretos en el Diario Oficial es como darle la medicina al enfermo cuando ya está más pálido y yerto que mármol de lápida. Los técnicos de las Comisiones de la Asamblea tienen instrucciones de impedir que los diputados de Oposición se enteren de lo que se aprobará en las plenarias hasta que ya no tengan tiempo para formular preguntas o argumentos. De este modo se aseguran de que las discusiones del pleno sirvan únicamente para degustar rumores de pasillo: para juzgar a los opositores que liberaron a Barrabás en los tiempos de Cristo, a los que ayudaron a los bárbaros a destruir el imperio romano de Occidente y a los que fueron expulsados del paraíso por corromper a Adán y Eva. Es axioma en el manual del dictador que quien quiera distraer a las masas de su presente y de su porvenir debe sofocarlas con las llagas de su pasado o con intrigas espurias de último minuto.

¿Ha visto esa escena de la película Gladiador en la que el tirano Cómodo acuchilla al General Máximo antes de enfrentarlo en el Coliseo? Cuando los diputados oficialistas se sientan en sus curules, piense en la sonrisa del Emperador Cómodo saludando a la plebe. El tirano sabe que la única forma de asegurar la victoria frente a la muchedumbre es inutilizar anticipadamente a su adversario. Los oficialistas inutilizan anticipadamente a la Oposición negándoles el arma que necesitan para debatir: la información, porque la trampa es la única forma de asegurarse la victoria frente a la superioridad técnica de esa pequeña esquina…al menos hoy por hoy… pero usted y yo ya sabemos cuál es el destino que la historia les depara a todos los tiranos.