Reflexiones previas a las elecciones del 28 de febrero

No tengo intriga por las elecciones del domingo. Ya sé lo que va a pasar. No habrá sorpresas (excepto para aquellos fanáticos que todavía no se creen lo que han gritado al unísono todas las encuestas).  Sé que el bloque Nuevas Ideas, GANA, PCN y unos dos gallo-gallinas de ARENA le garantizarán mayoría simple y, en ciertos casos, hasta calificada al presidente, con lo cual obtendrá gradualmente el poder absoluto. No tengo esperanzas de que el pueblo salvadoreño recapacite de sábado para domingo porque no es su estilo, nunca lo ha hecho; su manera de actuar frente a sus errores es odiando a aquellos a quienes eligió cinco años después. Mis compatriotas me han decepcionado siempre y el domingo no será la excepción.

No son los resultados de esta elección los relevantes, sino las consecuencias de mediano plazo de esta elección.

La victoria electoral de Nuevas Ideas será la causa de su derrota política, pues el banquete de poder que van a recibir les va a causar indigestión. No debemos olvidar que la corrupción tiende a la autodestrucción, y mientras más agresiva es su capacidad, más pronto se autodestruye -con efectos sangrientos colaterales-. Cuando le das un cheque en blanco de poder a un gobierno aceleras su putrefacción, y con ella la llegada del punto de quiebre de la desesperanza popular al descubrir tardíamente que se equivocaron de nuevo, como siempre.

Nuestra atención debe estar centrada en los liderazgos de la oposición que se comenzarán a consolidar cuando el régimen saque las garras y abra las fauces. Se avecinan días oscuros para el país: descalabros económicos, regresiones importantes en lo que respecta a la democracia y las libertades, un aumento desproporcionado en la corrupción gubernamental; el tumor maligno que se originó en el Ejecutivo comenzará a permear los demás órganos del estado a partir de la próxima elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia. La adhesión al presidente a través del clientelismo y el soborno populista crecerá en los primeros días…pero pronto la realidad comenzará a hacerse sentir. Si usted es incrédulo, le vendría bien notar que toda democracia latinoamericana cae en manos de una dictadura gracias a la incredulidad y la apatía de quienes pudieron detenerla.

La oposición actual está fragmentada, es bastante egoísta y tiene demasiados sesgos como para poder sostener una lucha digna contra el oficialismo, por lo que estaremos suspendidos en el limbo durante algún tiempo, mientras la necesidad obliga a la oposición a organizarse y a ponerse de acuerdo en escoger líderes que encarnen las aspiraciones de la gente cuyo descontento crecerá exponencialmente.

Este es, pues, el siguiente momento crucial del país hacia el que debe ver la oposición consciente y con principios: quiénes estarán prestos a tenderle la mano al pueblo cuando comience verdaderamente a pedir auxilio de las consecuencias de sus malas decisiones.