¿Venganza o misericordia?

Así es. El pueblo salvadoreño, un pueblo que, entre católicos y protestantes, conforma una mayoría abrumadoramente cristiana, un pueblo que cree en el Dios de las Sagradas Escrituras, en un Dios que redime al hombre de sus pecados a través del perdón, que acoge a los menesterosos, los desvalidos y a las ovejas que se apartan de su rebaño, un pueblo que practica un credo basado en el amor a sus semejantes, ese mismo pueblo que tiene una iglesia en cada cuadra a la que asiste fervorosamente hasta tres veces a la semana… este pueblo, ¡Oh, Señor!, es el mismo pueblo que se adjudica la potestad de disponer de la vida del prójimo, y que idolatra a un líder que reclama la tortura y la muerte para aquellos que han perdido su rumbo, es el mismo pueblo que pide un ojo por cada ojo y un diente por cada diente, es el mismo pueblo que prefiere la venganza frente a la misericordia, un pueblo que cree que sus problemas se solucionan derramando la sangre de los demás… perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen y no saben lo que piden.

Perdónalos, Señor, porque nunca aprendieron a ofrecer la otra mejilla… porque los líderes de sus iglesias callan vergonzosamente frente al hambre ominosa de sangre de sus feligreses, perdónalos por creer que la justicia consiste en el placer morboso del castigo; perdónalos por querer castigar dos veces a los hombres a los que ha relegado a la marginación, a esos mismos que viven en los tugurios y padecen el abominable crimen de la desigualdad social, a los que se les ha arrebatado su dignidad y se les ha condenado a vivir reducidos a la condición de bestias, a los que se les ha obligado primero a sufrir la vida y luego a sufrir la muerte; perdona a este pueblo que se ha lavado las manos como Pilatos y se ha desentendido de su responsabilidad social y que hoy quiere asesinar a sus hermanos a los que nunca les tendió la mano, a los que dejó podrirse sin ofrecerles una oportunidad; perdónalos porque creen que los derechos humanos, son un privilegio que no todos merecemos, perdónalos por ser tan hipócritas y negarle comprensión y reconocimiento humano a aquéllos que más los necesitan; porque les parece criminal que un hombre robe para vivir pero no les parece un crimen permitir que un padre y sus dos hijos pequeños se mueran de hambre en una acera; porque les parece criminal el joven que roba en el semáforo, pero no les parece criminal la sociedad que le ha negado el acceso a una educación de calidad, no les parece criminal que sus padres lo hayan abandonado a su suerte por irse a vivir el sueño gringo, no les parece criminal que padezcan el escarnio de la pobreza en el noveno círculo del infierno social.

Perdónalos, Señor, porque a este pueblo le parece criminal ver a seis adolescentes consumiendo mota en una esquina, pero no le parece criminal que el mandatario y su gabinete, despilfarren el dinero público en viajes en jet privado y cenas lujosas y ganen salarios de primer mundo en un país de tercer mundo, mientras estos adolescentes viven en barracas y hacen sus necesidades en fosas sépticas y se llenan de parásitos y de miseria moral y no tienen a nadie que les hable de lo hermoso que es poner un pie en la universidad de Harvard y sacar un doctorado en filosofía. Perdónalos, Señor, porque de estas pobres almas de las que nadie se apiada, el pueblo reclama su sangre vertida en un paredón; perdónalos, porque les piden a los pandilleros -frente a Dios, mis hermanos sin rumbo-, que tengan ética en una sociedad que no ha sabido comportarse éticamente con ellos. Perdónalos porque el mismo diputado corrupto que ha metido a toda su familia en puestos en la Asamblea y el gobierno, el mismo gobierno que fomenta el clientelismo político, el nepotismo, que es irresponsable con las finanzas públicas, que coarta la libertad de prensa, que fortalece los cuerpos armados y los pone a su obediencia, que espía y acalla a la oposición, que incita a las masas al odio, que hace gastos exorbitantes en publicidad y que desacata abiertamente la Constitución y las leyes, que manipula la opinión pública a través de medios de desinformación, y monopoliza el poder político, es el mismo gobierno que dice con supremo descaro que “el árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”.

Perdona, Señor, a este pueblo que vive de la represalia y el odio, que no ha podido alimentar su fe en el martirio de Cristo, quien a pesar de su condición divina y su poderío perdonó a los que vejaron su cuerpo con barbarie, demostrando que la paz se halla en la redención de los hombres de sus propios defectos, en la misericordia, que al decir de Cervantes no es sino “una especie de justicia más elevada”. Perdona a este pueblo señor, porque vio la paja en el ojo ajeno, pero nunca recapacitó en la propia. Perdona a este pueblo, Señor, que no se ha enterado aún QUE SI SUFRE LOS AZOTES DE LA VIOLENCIA Y LA CORRUPCIÓN SOCIAL ES PORQUE ESTÁ DISPUESTO A LA VIOLENCIA Y LA CORRUPCIÓN SOCIAL.