Yo ya contaba contigo. Había pensado hasta en los apodos de los nietos. Había pensado en mi perro y tus doscientos gatos, en cambiar de sitio el volante del auto y hasta dibujé en un cuaderno el logo de nuestra compañía de alimentos. Yo ya había marcado en un viejo mapa el itinerario de nuestra vuelta al mundo y había comenzado a ahorrarme las ganas –que no el dinero que aún no llega. Ya había diseñado el interior de nuestra casa y había reservado un desván para nuestros desplantes artísticos. Pensaba colocar una ventana y un banquillo justo donde sale el sol para retratarte frente a su luz por las mañanas. Habría sido hermoso descubrir que seguías siendo la misma princesa pequeña a la que dibujara cuando tenías diecinueve. Yo ya contaba contigo. Asistiría contigo a tus clases de cocina y tú vendrías conmigo a los talleres de artes plásticas. Charlaríamos de política hasta la noche y jugaríamos a las escondidas con las luces apagadas hasta la madrugada. Había pensado regalarte una bicicleta para no privarte de la frescura que desprenden los árboles en las mañanas por aquello de que no te gusta correr. Yo ya contaba contigo para aprender a jugar ajedrez a cambio de enseñarte a jugar a las damas. Nos leeríamos los cuentos de las Mil y Una Noches y tendríamos una biblioteca más grande que la Biblioteca Nacional. Y tendríamos un jardín muy hermoso con todas las excentricidades botánicas del mundo, tú te encargarías de las flores y yo de las orquídeas. Yo me llegaría a tu balcón a cantarte tu canción favorita con una vihuela y un traje alquilado de príncipe medieval hasta que me llegara a callar la policía y para tu cumpleaños iba a vestirme de charro y a cantarte las rancheras con un mariachi de verdad. Yo te juro de veras que ya contaba contigo. Iba a escribir una novela en que contaría las peripecias que pasé para conquistarte: de la vez que me escapé de clases para sacarte un beso; de la otra en que tuve que subir empapado de lluvia media cuesta con tus flores en la mano; del día en que me enamoré por culpa de ese vestido pálido que llevabas puesto; de la noche en que me quedé estudiando contigo en un salón vacío y me faltó valor para dar el paso; o la otra en que saliste conmigo y mis manos ardían por abrazarte. Yo te haría más inmortal que Don Quijote a su Dulcinea. Todos cuanto leyeran nuestra historia se habrían admirado de lo que pudimos ser capaces. Yo ya contaba contigo para dar mi vida por conservar la tuya. Ya contaba contigo para responderles a mis tataranietos cuando me hicieran la gran pregunta de qué había sido lo mejor de mi vida. Ya contaba contigo para gritarle en la cara al universo que el amor vence al tiempo y al espacio. Pero no sé qué pasó. Un día dejamos de vernos y escribirnos… y hasta casi olvido que yo ya contaba contigo.